La vida de Clara no había sido nada fácil. A los cinco años la abandonó su padre y quedó sola con su madre. A los pocos años su madre se casó nuevamente. El padrastro de Clara la violó cuando tenía catorce años y quedó embarazada, a tan corta edad.
Clara guardó silencio, no quiso contarle a su madre de la violación por miedo a las amenazas de muerte que su padrastro le hizo. Inventó una falsa historia sobre su embarazo, le dijo a su madre que era producto de un amorío con un chico de la escuela, ella se molestó y la echó de su casa.
Al encontrarse sola y en la calle, el hambre la llevó a mendigar. Cuando llegó el tiempo del parto, Clara tuvo complicaciones, lo que puso en riesgo su vida y la del bebé, al final perdió a su hijo y ella quedó muy mal de salud.
En aquel momento de desamparo alguien llegó a visitarla al hospital, no era nadie que ella conociera, se trataba de una anciana, que era parte del grupo de evangelismo de una iglesia local.
Clara se mostraba indiferente a lo que la anciana le decía, pensaba que Dios no la amaba por todo lo que ella había sufrido.
Aquella anciana sintió un gran amor por la joven, al verla sola y triste. Procuraba ir a visitarla al hospital todas las tardes, mientras ella se recuperaba y le hablaba del amor de Dios, aunque Clara siempre parecía ignorar lo que la anciana le hablaba.
El día que le dieron el alta en el hospital, nadie llegó a recogerla y la señora la convenció de que fuera a su casa. Ella vivía sola en una zona exclusiva de la ciudad, era viuda y nunca había podido tener hijos.
Clara, al ver el amor que le mostraba, le preguntó: ¿Por qué hace esto conmigo? Ella respondió: solo hago lo mismo que Jesús ha hecho por mí.
La vida de Clara cambió totalmente, el amor de Jesús llenó su corazón y la sanó de todo el sufrimiento que había vivido.
Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. —Juan 15:9
Las heridas del sufrimiento son muy difíciles de sanar y olvidar, se puede pasar años con ese dolor, que cada vez que recordamos nos hace soltar lágrimas. Pareciera como si no logramos ver la luz al final del camino y en lugar de eso viene más dolor, acompañado de incertidumbre y tristeza.
Es posible que tú misma lo hayas vivido y has buscado sanar ese dolor buscando el amor de una pareja, y en muchas ocasiones quizás te has encontrado con la persona equivocada, que en lugar de darte amor te ha producido más sufrimiento.
Te animo a buscar el amor verdadero, el amor de Dios, acércate a él y te aseguro que sanará por completo tu corazón del dolor y el sufrimiento y lo llenará de amor y paz.
La gente te puede fallar, tu familia, tus amigos, tu pareja, pero ten por seguro que Dios nunca te fallará. Él es el verdadero amor.
Por Huellas Divinas