¿Alguna vez sientes que te supera el dolor? Quiero decir, ¿alguna vez has echado un vistazo a tu alrededor y te has sentido totalmente desamparado?
Si haces un breve inventario de tus familiares y amigos, verás que muchos están sufriendo en este mismo momento. Qué impotencia se siente al verlos sufrir, ¿verdad? Uno quiere hacer algo.
En Números 16, se registró la historia de un montón de gente que sufría. Ocurrió al estallar una gran revuelta en el campamento de Israel. Básicamente, un hombre llamado Coré comenzó un motín contra Moisés y Aarón. Estaba molesto porque ellos dos tenían autoridad sobre el resto del pueblo.
Coré llevó a 250 hombres a la tienda de encuentro, tomando consigo su propio fuego en los incensarios en lugar del fuego sagrado. De esa manera, quería demostrar que no necesitaban que el sacerdote Aarón quemara incienso por ellos. Cuando Moisés pidió a Dios que revelara quiénes eran los líderes que él había escogido, el suelo se abrió, “tragándose” a los rebeldes. Entonces, todo el campamento se enojó con Moisés y se produjo una plaga mortal.
Moisés pidió a Aarón que hiciera algo y Aarón tomó unos incensarios, puso fuego sagrado del altar en ellos, colocó incienso y recorrió el campamento frenéticamente. El humo y el incienso subían desde el incensario y, dondequiera que fuese Aarón con el incienso, la gente vivía. El incienso realmente detenía el proceso de la muerte. Pero, donde no llegaba, la gente moría. Necesitaban el incienso. Era una cuestión de vida o muerte.
Luego se colocó entre los que ya habían muerto y los que todavía estaban con vida, y la plaga se detuvo —Números 16:48.
Lo mismo ocurre con la oración. El incienso simboliza nuestras oraciones a Dios. Cuando veas a gente sufrir, piensa en esta escena de Aarón. Literalmente, estaba entre los vivos y los muertos. El incienso, es decir, la oración, marcó la diferencia entre la vida y la muerte entonces, y la sigue marcando ahora.
Muchas veces, las personas por las que nos preocupamos no oran ni por ellas mismas, pero nosotros podemos marcar la diferencia. Nosotros podemos, al igual que Aarón, interponernos entre los vivos y los muertos.
¿Y si fueran tus oraciones las que permitiesen a Dios continuar trabajando en la vida de alguien hoy? ¿A quién está poniendo Dios en tu corazón para que dediques unos minutos a orar por él?
Por Melissa y Greg Howell