Confía al SEÑOR todas tus preocupaciones, porque él cuidará de ti; él nunca permitirá que el justo quede derribado para siempre… —Salmo 55:22 (PDT)
Todos pasamos por épocas en que nos sentimos solos y tristes. No siempre hablamos de ellas, pero sí las sufrimos.
La Madre Teresa de Calcuta, una de las cristianas más respetadas del siglo XX, no era inmune a la depresión. Quería conocer más a Dios y deseaba que él la usara por completo. Aun así, a veces se sentía lejos de él.
Una vez escribió: «Me han dicho que Dios vive en mí, pero la realidad de la oscuridad, la frialdad y la soledad es tan grande que nada me llega al alma».
La Madre Teresa se pasó la vida cuidando de la gente más pobre de la India. Vivió una vida dedicada por completo a Dios, pero no estaba libre de sentirse triste.
La vida tiene momentos altos y bajos. Todos pasamos por ellos. Lo que importa es cómo manejamos nuestros momentos de oscuridad.
Pasar mucho tiempo delante de la televisión, escuchar música destructiva o comer comida basura, fumar cigarrillos o beber alcohol son maneras de distraerse momentáneamente de los problemas, pero solo empeoran las cosas. Es mejor recurrir a soluciones positivas.
Debemos orar, aunque nos sintamos lejos de Dios. También es de ayuda escuchar música tranquila, salir a dar un paseo por la naturaleza, escribir nuestros pensamientos, hacer ejercicio o hablar con un amigo.
Si te sientes abatido, eso no se irá después de unos días. Sería buena idea compartir lo que sientes con alguien cercano. Quizá puedan ayudarte a solucionar el problema o a encontrar a alguien que pueda hacerlo.
Los momentos tristes van y vienen. Lo que determina el resultado es la manera en que los afrontas.
Por Renee Coffee