En una aldea remota de África, aún no había llegado el cristianismo, era una parte tan oculta y boscosa que nadie se atrevía a ir. Un misionero que se dio cuenta de la necesidad espiritual que existía entre las personas de la aldea, decidió aventurarse en compañía de dos amigos.
Al llegar a la aldea solicitaron al jefe de la tribu, permiso para poder hablar a las personas del amor del Dios y de La Biblia, en un lugar público, pero el jefe se lo negó, ya que en esa semana la tribu iba hacer ceremonias a sus dioses para que lloviera. Llevaban ya seis meses que no llovía, lo que había provocado una grave sequía, el ganado, los sembradíos y toda la vegetación estaba muriendo.
Al darse cuenta el misionero de la necesidad que existía entre la tribu, por la falta de lluvia, insistió de nuevo al jefe de la tribu que le diera permiso, pero con la propuesta de que si el Dios verdadero, el Dios de La Biblia, el Dios creador, hacía que lloviera al día siguiente a las seis de la tarde, pudieran hablar del amor del Dios a la tribu. El jefe aceptó con la condición de que, si su Dios no hacía que lloviera, el misionero y sus amigos irían presos durante seis meses.
Al salir de la casa del jefe de la tribu, lograron encontrar un lugar donde poner una carpa para orar. Toda esa noche pasaron orando a Dios para que el día siguiente lloviera a las seis de la tarde. Al llegar el siguiente día todas las personas esperaban que fueran las seis de la tarde para ver si el Dios del misionero haría que lloviera. Se llegaron las seis de la tarde y el cielo se oscureció y comenzaron a caer unas gotas de lluvia, luego más, hasta que llovió durante dos horas en aquella aldea. Al terminar la lluvia muchas personas reconocieron que el Dios del misionero era el Dios verdadero y los demás eran dioses sin poder.
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. —Romanos 8:28
Aunque parezca irónico, cuando pasamos las mayores necesidades, es en cuando más buscamos de Dios y en los tiempos de bonanza nos olvidamos de buscarle o de agradecer por sus bendiciones. Pero a pesar de todo eso, cuando la necesidad o la crisis llega, es para que el nombre de Dios sea glorificado en nuestras vidas. Por medio de la oración y una búsqueda insaciable por obtener la respuesta divina aprenderemos a madurar espiritualmente y a comprender los planes de Dios en nuestras vidas.
Pueda ser que en este día tú te encuentras atravesando enfermedades, problemas económicos o diversas necesidades y tu esperanza y confianza la has puesto en Dios. Has hecho lo correcto, pero debes recordar que después de la tempestad viene la calma. En los tiempos de calma y bendiciones debemos ser agradecidos y reconocer quien es nuestro Dios.
No olvides que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.
Por Huellas Divinas