Imagina un libro titulado: Manual para saber cómo vivir. ¿Cuántas páginas crees que podría tener? La verdad es que no tendría que ser muy extenso porque, para saber vivir, no importa tanto la cantidad de información que poseemos, sino su calidad.
A esta conclusión llegó el escritor Robert Fulghum. Durante años intentó escribir un resumen de las reglas más importantes en la vida. Pero la lista tenía un problema: era muy larga. Y por más que la recortaba, seguía siendo larga. Hasta un día que se le ocurrió echarle a su viejo automóvil gasolina de la más costosa. El experimento no pudo ser peor. Acostumbrado como estaba a la gasolina barata, el viejo cacharro parecía sufrir un ataque de epilepsia cada vez que Robert intentaba echarlo a andar. Por sobre todo, le solía dar el ataque en las intersecciones y cuando iba en bajada. «Si durante tantos años había funcionado bien con la gasolina conocida —se preguntaba Robert— ¿por qué tuve que echarle una gasolina desconocida?»
Cuando Robert reflexionó sobre lo que le había sucedido a su cacharro, se acordó de su famosa lista. Entonces concluyó que para saber cómo vivir basta aplicar lo que ya sabemos que funciona. «Comprendí entonces —escribió— que ya sabía la mayor parte de lo que es necesario para vivir una vida significativa […]. Y lo sabía desde hace mucho, mucho tiempo» (All I Really Need To Know I Leamed In Kindergarten [Todo lo que necesitaba aprender lo aprendí en el jardín de infantes], pp. 3, 4).
Entonces redujo su lista a unas pocas reglas:
- Comparte lo que tienes
- Juega limpio
- No golpees a la gente
- Devuelve las cosas al lugar donde las encontraste
- Limpia lo que ensucies
- No te adueñes de lo que no es tuyo
- Pide disculpas cuando le hagas daño a otra persona
La lista continúa, pero ocupa menos de una página. ¿Cuándo aprendió Robert esas reglas? ¡Cuando estaba en preescolar!
Ya todo ha sido dicho. Honra a Dios y cumple sus mandamientos, porque eso es el todo del hombre. Eclesiastés 12:13.
¿Quieres vivir bien, en paz con Dios y con tu semejante? No tienes que reinventar la rueda ni el agua tibia. Sencillamente, haz lo que ya sabes: lo que tus padres y maestros te enseñaron desde que estabas en el preescolar. Dios nos creó para vivir de acuerdo a los principios de su Palabra. No intentemos funcionar con «combustible» equivocado.
Señor, gracias por los principios de tu Santa Palabra. Ayúdame hoy a ponerlos en práctica.
Fernando Zabala («Dímelo de frente»)