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Personajes Bíblicos: Rebeca

Aún no había terminado de orar cuando vio que se acercaba Rebeca, con su cántaro al hombro. Rebeca era hija de Betuel, que a su vez era hijo de Milca y Nacor, el hermano de Abraham. —Génesis 24:15.

La historia se repite. Isaac sigue los moldes de su padre. Eso es muy bueno en varios aspectos, todos ellos muy positivos; pero también lo continúa en los otros.

Así como Sara, Rebeca era linda. Hablando de ella, la Biblia lo dice claramente: “La joven era muy hermosa…” (Gén. 24:16); razón por la cual también Isaac va a mentir para salvar su vida, como lo había hecho su padre unas décadas antes (Gén. 26:7).

Así como Sara, Rebeca era estéril (Gén. 25:21). y fue madre gracias a la intervención divina. En el caso de Abraham, con el nacimiento en su vejez de Isaac; en el caso del heredero, luego de una oración explícita y directamente por el caso, y que tuvo como resultado el nacimiento de Esaú y de Jacob.

Rebeca sí se anima a romper amarras con su familia y a partir a una aventura que comienza con algunos camellos llenos de regalos, pero que ella no sabía (ni soñaba) cómo podría terminar. No debió haber sido tan simple, pero ella se animó a hacerlo.

Romper el círculo de vida impuesto en la familia no es fácil. Los horizontes que nuestros padres nos muestran son los que nos acostumbramos a ver.

Dios tiene una solución para cada uno de nuestros problemas. También para esta tela de araña en la que se transforman las influencias familiares.

No conozco tu historia. Pero sí conozco al Dios de la historia, y te puedo asegurar que por más difícil que sea tu pasado, por más complicado que se muestre tu presente y por más oscuro que veas tu futuro, él te cuidará.

No importa cuál es tu punto de partida, te puedo asegurar cuál es la línea de llegada que el Señor soñó para ti. Tiene puertas que son piedras preciosas. Tiene calles de oro. Tiene un mar de cristal. Tiene el árbol de la vida justo en el centro de la ciudad.

Pero, mejor que todo eso, en el sueño de Dios estás tú, recibiendo su abrazo cariñoso y diciéndote: “Hijo, llegaste a casa”.

No importa cuán extraña te parezca la situación: si Dios te pide que rompas los lazos familiares, de amistad o laborales, hazlo. Él tiene algo mucho mejor para ti.

Por Milton Betancor

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