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Personajes bíblicos: Eva

Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser. — Génesis 2:24.

Imagino la alegría de Adán cuando descubrió a Eva. Imagino la alegría de Dios cuando los presentó. Eva era todo lo que Adán quería, era su sueño hecho realidad.

Cuando esta mujer llegó con el fruto prohibido en la mano, por la mente de Adán debieron haber pasado mil ideas en apenas unas décimas de segundo. Eligió quedarse con ella y desobedecer a Dios.

Hay cosas en tu vida que son realmente importantes, tan importantes que te modifican. Hay personas en tu vida que son así de importantes; y no es ningún pecado que esto suceda. El problema surge cuando estas personas, comúnmente del sexo opuesto y con algún encanto personal que te fascina, ocupan un lugar que solo Dios debe ocupar: el primero.

¿Por qué un ser tan inteligente como Adán tomó una elección tan extraña? Por la misma razón que personas tan inteligentes como tú toman decisiones tan extrañas como las de él: amamos más al pecado que a Dios.

Eva era todo lo que Adán había soñado. Por eso, en el momento de la decisión pesó más la relación que había establecido con ella que la que tenía con Dios.

Igual nos sucede a nosotros. Cuando optamos por el pecado, por separarnos de Dios, elegimos a la persona, a la acción o a la palabra que sentimos más real que Dios en nuestras vidas, porque amamos o deseamos eso más que a él.

Es simple. El pecado nos gusta porque, en apariencia, nos satisface. Nos gusta la primera sensación que sentimos (la última; a veces, no tanto).

Si Dios para ti no es un ser real, cuando la tentación se presente, tendrás graves problemas para elegirlo; nadie elige una idea.

Si para ti Dios se resume en una serie de normas éticas, morales y algunos ritos básicos, es absolutamente natural que no lo elijas. Nadie elige un comportamiento.

Si, por el contrario, Dios es tu amigo real, con quien conversas diariamente, a quien le das la última palabra en tus decisiones (¡en todas!), tus chances de victoria aumentan.

Elígelo hoy a él.

Por Milton Betancor

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