Cuando Dios oyó al niño sollozar, el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: “¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño”. —Génesis 21:17.
¿Qué culpa tuvo Agar en cuanto a la mala idea de Sara? Ella no sedujo a Abraham. Ella no le colocó ideas extrañas en la cabeza a su ama. Ella, simplemente, estaba haciendo sus tareas, como todos los días, en la casa de sus patrones y recibió una orden; absolutamente extraña, estoy de acuerdo, pero una orden que debía cumplir como todas las otras.
Imagina la situación. Se levanta, como todas las mañanas; está haciendo sus tareas como todos los días, y cuando Sara la llama –después del culto matutino que Abraham celebraba–, le pide que se siente y le dice que esa noche ella, la esclava egipcia, tenía que dormir con Abraham. Y, como esclava, tenía que obedecer.
¿Le correspondía a ella explicar a Sara y a Abraham que ese no era el mejor camino para cumplir la promesa? ¿Era ella la responsable por hacerles entender que no era la voluntad de Dios que la usaran como un “vientre de alquiler” para conseguir engendrar el hijo deseado?
Las decisiones que tú tomas, normalmente, involucran a otras personas y estas sufren consecuencias, igual que tú. Incluso aquellas decisiones que la mayoría piensa que solo alcanzan a ellos, también tocan (a veces rozan, pero a veces golpean) a los otros. Ejemplo: yo fumo y no le hago mal a nadie, en el peor de los casos, a mí mismo. Falso. Si fumo, aquellas personas que tienen que “compartir” mi humo también sufren.
A pesar de los errores (propios o de los otros) que nos tocan, Dios nos cuida. Nos ofrece su protección y cuidado, aunque –desde la perspectiva humana– no lo merezcamos. En el medio del desierto de tu vida, Dios te envía un ángel para marcarte el camino que debes recorrer, te da el sustento que necesitas para que tú y tu familia lleguen al destino que él te ha marcado.
Quizá, como Agar, los errores de otros te han marcado, y por culpa de otros estés pasando por situaciones complicadas. El mensaje es claro y contundente: “Yo te cuido, y tengo un futuro promisorio para ti y tu familia, si confías en mí”.
Por Milton Betancor