Un pequeño pueblo de Oklahoma tenía un campo en sus afueras, y durante muchos, muchos años, una vaca pastaba en ese campo. Todas las mañanas, cuando la vaca quería tomar agua, se dirigía a un tanque de agua al lado del local de la empresa de agua del lugar. El tanque siempre estaba lleno.

Un día, hubo una gran tormenta. El agua inundó el valle, incluyendo el campo en el cual vivía la vaca. Ahora, el animal tendría que hacer un gran esfuerzo para llegar hasta el tanque de agua. Decidida a tomar su agua matutina, el animal chapoteó a través del barro. Le resultaba difícil avanzar, porque el agua tenía, por lo menos, treinta centímetros de alto en algunos lugares.

La vaca terminó atascándose en el barro un par de veces, pero no se detuvo. Luego de mucho esfuerzo, finalmente llegó al tanque de agua. Luego de beber agua, comenzó a caminar de regreso, en medio de centímetros de agua, para llegar hasta un lugar más seco.

Suena bastante tonto, ¿no es verdad? Tomarse todo ese trabajo, cuando sencillamente podría haber inclinado la cabeza y tomado agua en cualquier parte. Pero, eso muestra cuán poderosos pueden ser los hábitos.

El sabio rey Salomón escribió: “Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará”. En otras palabras, los hábitos que formamos en nuestra vida permanecen con nosotros durante mucho, mucho tiempo. Esa es la razón por la cual es importante desarrollar buenos hábitos, no malos. Pide hoy a Dios que te ayude a hacer lo correcto.

Tomado de «En algún lugar del mundo» (Helen Lee Robinson)
Fotografía: Eduardo Amorim

¡Si te gustó la reflexión, compártela!

Sigue las huellas

Encuentra más contenido edificante y actualizado en nuestras redes sociales.
@HuellasDivinas