Una vez pregunté en clase si les gustaría tener a Jesús de vecino. —A mí no me gustaría —admitió Dan—. ¿Cómo podría divertirme si me observara todo el tiempo?
—Yo me sentiría culpable cada vez que encendiera la televisión o me pelease con mi hermana —dijo Jenny. La mayoría de los demás alumnos estuvieron de acuerdo con los dos que habían hablado.
Por alguna razón pensaban que una persona tendría que ser casi perfecta para sentirse cómoda en presencia de Jesús. Pero, ¿es esa la manera en que la gente se sentía cuando Jesús vivía en la tierra? Muchos de los seguidores más cercanos de Jesús pertenecían a la clase de personas que no gustan a tus papás. Eran lo que se llamaría mala gente. Pero les encantaba estar con él.
Un hombre estaba tan controlado por Satanás que tenía asustado a todo su pueblo, pero después de que Jesús lo liberó del control de Satanás, el hombre no quiso separarse de Jesús. En lugar de sentirse culpable en presencia de Jesús, se sentía satisfecho y seguro.
Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí; permanezcan, pues, en el amor que les tengo. —Juan 15:9
¿Y qué decir de María Magdalena? En los tiempos bíblicos, las mujeres tenían muy poco valor en la sociedad. Pero las mujeres como María, bueno, eran lo peor de lo peor. Si alguien hubiese querido vivir lejos de Jesús, esa debería haber sido María. Aunque le costaba horrores separarse de él.
¿Recuerdas cuando Marta se quejaba a Jesús de que María descuidaba sus obligaciones en la cocina? Jesús lo sabía todo de María pero, a diferencia de todo el mundo, no la miraba con desprecio. Ella nunca vio que la mirase con espíritu de crítica. De él solo recibía amor, aceptación y esperanza. ¿No es eso lo que andamos buscando?
En lugar de huir de Jesús cuando hacemos algo que está mal, deberíamos correr hacia él. Ya murió por nuestros pecados. Espera para perdonarnos y liberarnos del control de Satanás.
Creo que me gustaría un vecino como Jesús.
Por Renee Coffee