Bryan, un joven estadunidense de 27 años de edad, se encontraba solo en su habitación descansando del afán diario, ya iniciada la noche. De pronto comenzó a escuchar una voz que le hablaba directamente a él, que provenía de la nada, esto provocó temor en aquel joven.
Al siguiente día al tratar de indagar de dónde provenía esa voz, preguntó a su familia si alguien había escuchado una voz la noche anterior, respondiendo ellos, de una forma sincera, le manifestaron que no. Eso mantuvo inquita la mente del joven durante todo ese día.
A la noche siguiente, la misma voz se encontraba presente perturbándole de nuevo y evitando que él pudiera dormir tranquilamente.
El joven fue llevado al médico para ser evaluado. El diagnóstico fue: un caso de esquizofrenia.
En la biblia encontramos un caso similar, pero a la vez muy diferente, sobre un joven que un día escucho una voz. Ese joven, reconocido bíblicamente como Samuel, se encontraba descansando en el santuario cuando de repente escuchó una voz que le llamaba por su nombre.
El joven Samuel inmediatamente se levantó y se presentó ante el sumo sacerdote Eli, creyendo que era él quien le llamaba, pero éste le respondió que no. Sin embargo Samuel volvía a escuchar aquella voz que le llamaba y volvía a preguntar a Eli si era él. Eli en ese momento comprendió que la voz que escuchaba el joven era la voz de Dios y le recomendó que la siguiente ocasión que la escuchara respondiera: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.
“Habla, Señor, que tu siervo escucha” 1 Samuel 3:9 NVI
En la actualidad Dios siempre usa diferentes maneras para hablarnos. Puede ser que no percibamos de una forma audible su voz, pero él usará, diariamente, algún medio para hablarnos a cada uno de nosotros, en cualquier circunstancia que nos encontremos.
Su dulce voz, esa voz que tiene como característica que invade y llena nuestros corazones de gozo, paz y consuelo. Una voz incomparable que refresca diariamente nuestras almas y nos impulsa a seguir adelante en la vida.
Escucha la voz de Dios, en cualquiera de sus formas. A través de la naturaleza, en la voz de un predicador, en el buen consejo de un hermano o amigo, en la dulzura de un canto, Dios siempre te hablará. Tú debes responder: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.
Por Huellas Divinas