¿Te has fijado cómo los anuncios publicitarios usan la palabra «gratis»? «Compre uno y lleve el segundo artículo «gratis»». «Por un tiempo limitado, obtenga tres meses de servicio de Internet «gratis», si se inscribe por un año».

En ambos casos, tienes que comprar algo antes de obtener el producto «gratis». Siempre hay cuerdas atadas.

Lo mismo sucede con el pecado. Satanás nos dice que podemos chapotear en el pecado sin consecuencias. Pero nunca es gratis. Siempre hay que pagar un gran precio.

Cuando sientas la tentación de hacer algo mal, piensa en el precio que deberás pagar. ¿Mentir vale más que el sentimiento de culpa por haberlo hecho? ¿Ver una película inmoral compensa la marca que deja en el carácter? ¿Fumar un cigarrillo es mejor que una adicción de por vida?

Dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda. Hebreos 12:1

Teri y su mamá miraban las rebajas de vuelta a la escuela en un centro Comercial. Un montón de pantalones cortos llamó la atención de Teri. Tomó tres.

—¡Mamá, mira qué ganga! Solo cuestan 20 dólares cada uno. ¿Me los compras?

Su madre le dijo que si quería los pantalones debería pagarlos con su propio dinero.

Teri se detuvo para calcular cuánto tiempo tendría que trabajar para ganar ese dinero. El trabajo de verano en la tienda de jardinería era muy duro. Para ganar suficiente dinero para pagar los pantalones tendría que trabajar trasplantando flores en un invernadero húmedo y bochornoso. Teri los devolvió al mostrados. Al fin y al cabo no eran ninguna ganga.

Cuando el pecado parezca atractivo y te sientas tentado a ceder a sus encantos, párate a considerar el precio. El pecado nunca es gratuito. Siempre hay que pagar un precio muy, muy grande.

Renee Coffee («El viaje increíble»)

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